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Cursos de Iniciación a la astronomía.

Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.

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sábado, 4 de enero de 2014

El Alfa y la Omega

El Alfa y la Omega
Mimoni y yo viajamos a su tierra natal, San Rafael. 
El domingo 30 de diciembre, mientras ella empacaba todo, yo pensaba qué telescopio llevar. Al fin me decidí, ¡el Timbero! El increíble apo de 80 monedas de apertura, f6, fabricado en la ultra avanzada China para los cumpas de Meade. Ya saben, siempre digo que Meade vende Galileos caros, pero bueh, soy un observer del subdesarrollo, me conformo y más: venero lo que tengo.
El apo 6000 series es un sueñecito, y bien pesado. 
Que un equipo sea pesado, causa impresión cual novio de tu hija que llega a casa por primera vez, vestido con saco, peinado, sin fierros incrustados en la jeta ni dragones de colores escupiendo fuego por las muñecas, o cuchillos en los tobillos o cruces y esvásticas tatuadas en el cuello. Esto es un buen comienzo, te dices, aunque el crápula solo venga a por eso que tú mismo fuiste una vez a casa de tu suegro, y nada más, sumado a que, si ha tenido el descaro de presentarse ante tu puerta, pues, ¡hombre! ¡es que ya lo ha conseguido! te dices, mientras le estrechas la mano y lo maldices por dentro, como maldices al tiempo que corre y te la roba, a la hija y a la vida.

El apo, decía, es un primor. Ya lo había probado en  cielos locales pero quería verlo jugar en las grandes ligas, como dicen en las malas pelis yankis. Es decir, quería hacerlo correr en los cielos de Rodo y el Migue, en los cielos de Mimoni, hermosa mujer que ama esa tierra de un modo visceral pues no hay viaje en que no llore al ver los primeros viñedos, los olivares y las acequias.
Allá nos fuimos, entonces. Moni en busca de paz, belleza, sus recuerdos de infancia, tierra en la que todos fuimos felices alguna vez; esa tierra -la infancia- donde los amigos son niños o adolescentes, el único deber es el estudio y los padres aún están con nosotros. Yo fui a por mucho menos: por acompañarla, por ver amigos, por comprar libros, por estar, nomás, debajo de un millón de soles en el medio absoluto de la nada.
Arribamos a la capital de Mendoza el domingo por la tarde. El sol nos traspasaba. La ciudad se guarecía en los plátanos pero con poco éxito, nadie en la calle. A eso de las ocho de la tarde, en una plaza ví a una chica de rojo con guitarra tocar a Vaughan. Con la mujer había dos muchachos y creo que tocaban una batería y un teclado. Por la mañana hicimos un trámite y partimos hacia destino.

San Rafael nos recibió con el mismo calor, en toda Argentina hace calor; el calor es un Zahir, ya.
Después de que instalarnos en las Cuatro Estaciones nos mandamos al centro. El Rodo tranqui porque estrena buena vida; el Migue tapado de laburo. 
Con el primer trabajador tomamos cien mates y hablamos gansadas, antes de despedirme vi como se pinchaba observar esa noche. Me fui cabizbajo a patear librerías. Siempre que voy a SR muero por caer sobre ellas, no hay viaje en que no haya comprado algo bueno. Unos diez libros hay en mi biblioteca traídos de esos negocios. Para que tomen su medida, en el último viaje compré Los agujeros negros, los cuásares y el universo, de H.L. Shipman. Esta vez compre Universo, de Isaac Asimov y un bonito libro para mi nieto Leónidas, Luna con duendes, con preciosas imágenes y canciones de cuna. Trae CD incorporado, está muy bueno. Sobre el costo de estos libros ya voy a hablar. 
Luego, paseamos un poco, le compré a Mimoni una camisa muy bonita traída de la India. El vendedor, muchacho morocho, de pelo y ojos negros, parece un personaje de Las mil y una noches. De hecho (Las mil y una noches es un libro erótico que al publicarse en occidente fue purificado por los traductores pacatos) el vago estaba con una rubia cariñosa que no dejaba de decirle, mi amor, mi sol, mi cariño, mi alma, al tiempo que lo llenaba de besos y caricias mientras el tipo trataba de cobrarnos. De verdad, parecía una escena de película. 
Mimoni salió muy contenta por el regalo, yo por las efusiones vistas, las cuales me recordaron que bajo los 51 sigo siendo un muchacho de… ¿43? Ambos parecíamos turistas, con bolsas en las manos caminando como si el año fuera a acabarse esa misma noche, o a la siguiente (ella misma se había regalado un lompa, el treinta y uno estaría más linda que nunca, me dije, y así fue) .
Como no observaría con los amigos, nos fuimos al camino del Valle. Moni quería tomar una cerveza y paramos en una bodega que vende regionales. Allí habíamos comprado a principios de año unos vinos y chucherías con Cristián, de regreso de la SPVG. El sitio es aparente. Afuera había sillones y sillas cómodas, sombrillas blancas, césped; frescor hubo, incluso, apenas se dió el crepúsculo y un lento cielo azul trepó opuesto al sol mientras trocaba a violeta y por fin a negro, cuando nos trajeron la primera cerveza con ingredientes. Nos atiendió el hijo del dueño, un hombre de veintiún años que aparenta diecisiete escasos. Muy amable, el pibe. Es fácil ser amable, a veces. Bioy Casares dijo una vez que el más alto grado de la inteligencia era la amabilidad. Bioy, al escribir, siempre ponía aparente e ingredientes, acaso para rescatar esas palabras muertas del pasado porteño –aunque ingredientes se usaba también en el interior, en Bigand. Mi viejo pedía un vermouth con ingredientes y el mozo de Sporting club le traía un vaso con una medida de fernet tirado (con un chorro de soda para que levante espuma), lleno el resto del vaso de gancia. Traía a la par un sifón de soda y papitas, aceitunas, queso cortado en cuadrados, es decir, los ingredientes. Esto le veía pedir, servir y comer a mi viejo cuando tenía diez, acaso doce años. Yo lo acompañaba con una seven-up; me deleitaban las papas y aún me pasa que al comerlas extraño el vermouth y la compañía del Pelado.




Después de la primera cerveza negra, con mi sol, mi amor, mi todo, nos pedimos una roja, esta vez con sánguches de jamón y queso. El viento se había vuelto frío, la noche oscura, las estrellas altas, el negocio un espanto de luz, color y baratijas. Por seguir el juego podría decir que parecía la cueva de Alí Baba y los 40 Ladrones. Para no desentonar, entramos al fin (detesto esos lugares pero siempre acudo a ellos) y, oh Señor, había cata de vinos. Me mandé una copa de Malbec en acero y otra de reserva con dos meses de roble, una exquisitez, ambos. Mimoni se regaló una fuente muy hermosa que adorna la mesa desde ayer. Cuando fuimos a pagar nos cobraron 30 morlacos de más pero seguro fue un error. Por desgracia caí en la cuenta del timo a los diez minutos así que reclamaré el año próximo.
Quise esa noche cerrarla con una vista a los cielos desde el patio del albergue, pero el alojamiento es muy seguro, sus luces están comandadas por fotocélulas y Orión, que rabiaba desde su culminación, como me había dicho hola me dio el adiós. Queriendo dormirme miré una peli hasta las dos: Incautos, con Lupi y el hijo del otro famoso que ahora no recuerdo. Una zoncera, no habrá peli de timos superior a Nueve Reinas. Bielinsky tocó el cielo con ese filme. 

El 31 amaneció más cálido aún. Compramos vituallas y Moni hizo unos sánguches exquisitos; cenamos en casa de una tía. Todo estuvo bien hasta las doce. Entonces las ausencias vinieron a sentarse a nuestro lado y el año nuevo no fue un festejo sino constatar cuánto duele la muerte a los que vivimos un poco más.
A eso de la una nos fuimos a lo del Migue, Liz, Anita, Martín. Los niños dormían, los adultos atendían visita, un matrimonio. Los tres varones salimos a observar después de discutir la flecha temporal en los modelos cuánticos de la estructura del espacio tiempo. El cielo de un barrio en San Rafael es poco menos que horrible pero por mucho que me espante una luz eso sigue siendo Mendoza, así que había más estrellas que en casita y también di gracias por ello. Ejemplo: ambas nubes eran claras en el sur. 
A las cuatro menos diez Moni vino a patearme la espalda y nos fuimos a dormir. Las tres chicas, sabiendo nada de física cuántica, no habían encontrado gusto en charlar tantas horas, mientras nosotros nos babeábamos con la tarántula, la cuarenta y dos, omeguita, la nova y todo lo que además miramos hasta que Migue confundió Marte con Saturno, tal el fluido que por nosotros corría.
El primero a la noche por fin salimos al campo; mejor dicho, al camino de la sierra pintada. Pasé a buscar al Rodo y de allí a lo del Migue. A las 22, después de cargar una caja de un metro de lado, y una base como los cimientos que hicieron en Candela celeste, salimos hacia nuestro sitio observacional secreto. Pasamos por 25 de Mayo, doblamos a la izquierda para cruzar el dique Vitali, doblamos una vez más, y otra, esta vez a la derecha; sorteados unos recovecos entre las lomas, al fin veo la chata de Migue aparcar a la vera. Entre los tres armamos el Ojo de Jápeto y el Timbero. 
Por si lees por vez primera, el Ojo de Jápeto es un Meade LB de 16 morlacos de cacerola (qfp) y el Timbero es un Meade apocromático de 80 morlacos. 

Estos telescopios son increíbles. Juntos, son el alfa y la omega de la observación astronómica. Fíjense, con el apo arrancás la noche con vistas de campo. Alguien, el Migue, dijo: el Timbero es un binocular de lujo. Puede que tenga razón. Ya he observado unas cuatro o cinco veces, nunca a más de 40x; bah, una o dos veces con el perfecto ocus Orión de 8mm. Luna, Júpiter, poco o nada más. Ese apo no ha sido hecho para mirar con aumentos, con candela, digamos; esos cristalitos tan lindos que tiene son ideales para el 28mm, the big apple verde de Meade, el UWA. Allí, todo es cosa de ver, un lujo para pocos (ustedes saben, soy socialista; si un día fuera gobierno, mandaría a que cada niño tuviera un apo como este para observar el cielo, sí, un apo, un Coronado solarmax, un LX90 de 203mm, todo eso mandaría tener a mano, en su colegio, en su plaza, a cualquier niño de Santa fe o del país). 
Bueno, como ven, no todos esperamos el futuro a que llegue.
Meade 80mm serie 6000
Meade LB de 16´´
Decía que el apo y el laigbridye son el alfa y la omega de la observación astronómica. Comienzas la pispiada con el apo, en campo amplio, observas el objeto y su entorno, las estrellas que le circundan o enmarcan. Por ejemplo, en la cuarenta y dos, ves la nebulosa, la 43, los cúmulos, el puñal entero. En la LMC la cosa es todavía superior, ves la nube entera, los muchos cúmulos, los gases, la 2070 brillando a tan pocos años luz de ella, que de nosotros dista unos buenos 160 mil.
Si comienzas las vistas de la mano del Timbero es que has puesto todo en juego y pronto te gana el vértigo, le metés ojo al premio mayor, el puente de luz, el increíble Ojo de Jápeto, bautizado Gracias Moni por los muchachos del Valle, en alusión a que si Moni no me hubiera acicateado cada día por el cajón de tal telescopio repantigado en su living room, jamás, nunca, ni soñando, les hubiera llevado ese magnífico equipo, mediante el cual, para que tengás una pálida idea, en el trapecio de Orión no ves cuatro estrellas sino siete. Y la nebulosa, amigo, amiga que lees, en la nebulosa ves el gas enroscarse y variar su color de blanco intenso a blanco, de blanco a grisáceo apenas, luego gris, gris más grueso, gris oscuro, en volutas imposibles que a veces veo reflejadas en las nubes de las tormentas altas, en los nimbos más violentos, y por fin negros, muchos negros distintos en esa nube molecular, madre de estrellas, como bien sabe hasta Tycho.
Alternando el alfa y la omega, los teles apo 80 y el ligtbridye de 400mm, fuimos mirándolo todo: lo que Orión manda, lo que Cruz manda, lo que Carina manda, las dos nubes, la planetaria azul, los cúmulos de Can mayor y varios objetos más, que no toda la noche tuvimos, primero porque nubes espesas cubrieron el cielo dos o tres veces y los relámpagos coloreaban los horizontes cada dos por tres, sino que, además, el dos se labura, acá –allá, en SR- y en Labordeboy, por lo que el Migue al menos, el más aburguesado de los tres –aunque el diga que soy yo el más burgués, precisamente por haberme comprado el apo-, debía levantarse a las siete para abrir su negocio puntual. Rodo no se quejó a la primera alusión de levantar el circo, por lo que dimos la noche por cerrada y alzamos los bártulos. Vuelta a guardar esa maravilla óptica de Meade, el Light Bridge de 16 pulgares de cacerola (qfp), y esa otra maravilla, ese aleph, el Meade 80 serie 6000.
El dos amanecí fresco como lechuga, con las vistas en la sabiola, y poco o nada pude contar a Moni. Antes de irnos pasamos a saludar y a comprar el broli pal nieto, y allí tuve la segunda muestra de lo que es un comerciante argentino tipo. El 30 a la tarde, el libro de marras valía 60 pesos nuestros, esos que son más fuertes que un dólar, que el billete yanqui no tiene otro respaldo que los misiles y los drones. Pero he aquí la magia del año nuevo: cuando fui a buscar el librito el 2 de enero, ya no valía 60 morlacos, sino 90. Si hubiera estado en un hotel, hubiera creído que el número se había soltado y dado vuelta, cambiando involuntariamente de 6 a 9. Pero no. Aquí no había tal equívoco, el maldito número estaba impreso, más nítido que las estrellas que aún llevo en mi cabeza de la observación pasada. Y ¿qué iba a hacer? ¿Un papelón? ¿Decirle en la cara que eran unos inmorales, aumentones, inflacionarios descarados? Nada dije. Pagué y traje el libro. Un cincuenta por ciento más caro en dos días, dos mínimos giros terrestres, 5 drónares más.
Antes de salir cumplimos con los pedidos santafecinos: raspaditas, muchas raspaditas para los que allá -acá- quedaron y esperan nuestro regreso. Las raspaditas son unas masas saladas, amplias, ricas como la vida misma cuando la disfrutas con gente querida, con amores, con amigos, con el nieto que recibirá el libro para reyes, mañana por la mañana.

Poema del pueblo ROM, Colombia:
Tiki Tiki Tai

Tiki tiki tai,
Astarel le sherjayi,
Te tol le bas po o kam

(Tiki tiki tai
Alcanzar las estrellas
Y tocar el sol)
Camino de San Luis a San Rafael.
Casa de Gobierno de San Luis.

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