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jueves, 23 de enero de 2014

¡Por Júpiter!

¡Por Júpiter!

¡Qué hermoso es el cielo de verano! Apenas la noche se cierne sobre el pueblo, desde patios y cuadras oscuras podemos ver las estrellas más luminosas. Entre ellas, destaca una luz muy brillante que se alza por el E y llega a lo más alto a eso de las nueve de la noche. Hablo del astro más luminoso de febrero, un planeta: el gigante Júpiter.

Planeta quiere decir Vagabundo. En la antigüedad los griegos observaron que había unas estrellas que vagaban entre el resto. Estas fueron nombradas como dioses: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, y Saturno, los cinco planetas visibles a simple vista. Entre todos, destaca Júpiter por su brillo y su paso por todo el cielo*, magnífico a ojo desnudo o en binoculares, e increíble en telescopios, donde muestra su disco cual moneda de un centavo y pueden distinguirse muy nítidas unas rayas o marcas que coinciden con la alineación de sus lunas. Esas marcas son tormentas fenomenales, visibles desde la Tierra. Las franjas claras son nubes frías, descendentes, y las franjas oscuras son zonas más calientes, que ascienden. Estas tormentas, al contrario que las producidas en casa, obtienen energía desde el planeta, que irradia tanto calor como el que recibe del Sol.
Júpiter no tiene superficie sólida, es gaseoso. El hidrógeno es el elemento que predomina, seguido por el helio y otros. Es en realidad una estrella fallida; si hubiese poseído mucho más masa, habría podido brillar también el y nuestro sistema hubiera sido doble, como tantos que por allí hay.
El hidrógeno es el elemento más liviano del mundo y puede formar nubes, mares o rocas, según la presión que soporte. En ese planeta, forma las capas de gas que le dan cuerpo, los mares que hay debajo (como el mercurio, aquí en la tierra), y un núcleo masivo, fuente del calor que emite al espacio.

Las lunas de Júpiter son fantásticas: Io, Europa, Ganímedes y Calisto. Son las llamadas galileanas, descubiertas en 1610 por Galileo Galilei, el genio florentino:

Io es amasada de continuo por la gravedad del gigante y por ello es la luna con mayor actividad volcánica del sistema solar. Lo que en la Tierra sucede con el agua -que forma mareas- en Io ocurre con sus placas y manto, el cual es expulsado al exterior por sus volcanes infinitos.
Europa es otra a considerar. Su superficie está formada por hielo que muestra rajaduras propias de la deriva de bloques que flotan sobre agua salada, tal como sucede en nuestros polos. Esto ha convencido a los científicos de que Europa alberga un mar prodigioso. Incluso se observan chimeneas por las cuales esta agua respira, razones todas que favorecerían la aparición y desarrollo de la vida.
Ganímedes es la mayor luna del sistema, mayor que Mercurio, posee atmósfera.
Calisto es de las cuatro la más oscura y deja ver sus cráteres de impacto tal como en casa lo hace nuestra Luna.

Júpiter es el garante de nuestra vida. Con su masa tremenda (más del doble que el resto de los planetas), él absorbe la mayoría de cuerpos pequeños que, en su caída hacia el Sol, de impactar con la Tierra, podrían cambiar las condiciones geológicas que nos mantienen con vida.

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