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sábado, 19 de diciembre de 2015

El solsticio de diciembre, este año, el 22.

El solsticio de diciembre marca, para el hemisferio sur, el comienzo del verano.
Este año, será el 22/12 a las 4 y chirolas UT.



Solsticio significa sol-quieto, sol-en-su-sitio.

¿A qué se debe esta palabra-frase? Trataré de explicarlo:

Cualquier persona puede verificar que a lo largo del año la altura aparente del sol varía.

Como el sol no debe ser observado a ojo desnudo (a simple vista) nos fijaremos en las sombras que por su influjo producen una columna, un mástil, una casa o, como decimos los que practicamos este hobby, un gnomon.

Un gnomon es un palo erguido vertical al piso; con su ayuda medimos las sombras proyectadas a una misma hora solar, la llamada hora meridiana.

La meridiana es –también- la sombra más corta de cada día: determina un trazo imaginario llamado meridiano. Así, El meridiano indica el mediodía solar del sitio o punto del observador.
Tenemos que aceptar que no nos llevaría a nada comparar sombras de días distintos en horas distintas. Siempre Debemos medir o comparar sombras obtenidas a una misma hora.

Mas, decir a una misma hora quiere decir en un mismo momento relativo de las posiciones tierra-sol.


El momento adecuado para verificar esta cota es el instante del llamado mediodía solar.
El mediodía solar es el momento en que el sol alcanza el punto más alto sobre el horizonte, llamado culminación o tránsito. En latitudes comprendidas entre los trópicos, esta altura puede coincidir con el cenit, es decir el punto del cielo sobre nuestras cabezas.

Como la Tierra gira sobre sí la sombra que el gnomon proyecta varía segundo a segundo. Pero, en esta continuidad de sombras que nacen al amanecer extendidas hacia el oeste, que en nuestro hemisferio decrecen inclinadas hacia el sur, y, que, pasado el mediodía, nuevamente crecen hacia el este, entre todas estas sombras posibles, decía, habrá solo una–un instante o un momento- en que su proyección será mínima. Esta será la sombra que acotaremos y que luego compararemos con las sombras de registros anteriores y posteriores. La sombra más corta del día, la sombra meridiana.
De este modo –al comparar sombras meridianas- se verificará que:

El sol varía todos los días su altura sobre el horizonte del observador.

Esta variación podrá ser en aumento o en merma, según sea la época del año (es decir, según sea el punto que en el espacio ocupa la Tierra sobre su órbita. El año es un recorrido, un viaje, como dice Siri Liniers). Al hacer este experimento veremos que sólo unos pocos días el sol parecerá no variar su altura. Durante estos días el sol gnomon arrojará sombras de una misma longitud (largas en invierno, cortas en verano). Habrá estado aumentando o decreciendo, pero durante esos pocos días no variará, estará quieto. Serán estos los días solsticiales.

¿Por qué la altura aparente del sol varía día tras día?



Porque el eje de giro terrestre está inclinado con respecto al plano imaginario de su órbita en derredor del sol.



Si un planeta girara sobre sí con su eje perpendicular al plano de traslación, la estrella del sistema mostraría en apariencia siempre una misma altura sobre el horizonte de sus hipotéticos observadores. En un planeta con esta característica no se sucederían las estaciones. El ecuador estaría bañado durante todo el año por un sol implacable ya que sus rayos incidirían siempre perpendiculares a la superficie (radiación máxima), lo cual produciría un verano eterno; los trópicos mostrarían unas primaveras eternas; latitudes mayores, otoños eternos e inviernos tan atroces como dicho verano. En un mundo así no habría cambios estacionales y por lo tanto la vida no encontraría el estímulo evolutivo suficiente (es aceptado por biólogos, antropólogos y demás estudiosos de la vida que las variaciones estacionales, las inclemencias y todo aquello que llamamos catástrofe, es en realidad un factor multiplicador de opciones en la lotería evolutiva. Ver: Richard Leakey, La Sexta Extinción, cap. VII).

Hablé de un mundo imaginario, no del nuestro, el cual, merced a haber sufrido una colisión con un planeta pretérito* el eje terrestre se encuentra inclinado 23,5° con respecto al plano de la órbita alrededor del Sol.

Esta inclinación del eje es la causal de que, según sea el punto de la órbita que transitemos, la radiación solar sea mínima, parcial o máxima con respecto a un hemisferio.
Es difícil de imaginar tal vez: El eje terrestre está inclinado, sí, pero su estado o posición nunca varía. Por ello, al desplazarse la Tierra en derredor del sol, ora un polo apunta hacia él, ora hacia afuera, hacia el espacio infinito (permítaseme esta licencia… poética). Cuando un polo apunta hacia el sol, sobre dicho hemisferio la incidencia de radiación es máxima pues el sol se muestra en su punto más alto sobre el horizonte. En el hemisferio opuesto, por el contrario, su altura es mínima sobre el horizonte, así como la incidencia de su radiación. En este modelo de variaciones del ángulo con que la tierra recibe la incidencia de luz, habrá lógicamente días intermedios, en el sol se desplace en apariencia por una altura media, ni la más alta ni la más baja, serán los llamados días equinocciales.

El imaginario eje terrestre se mantiene siempre en una misma posición gracias al giro del planeta, así como por la presencia del satélite, el cual nos mantendrá en una posición estable por eones.

*A este planeta pretérito se lo ha bautizado Theia, acaso era similar al actual Marte. La energía cinética de su andar se disipó en calor; la fuerza transmitida por su impacto fue suficiente para vencer la inercia de nuestra masa en su posición espaciotemporal e inclinó nuestro eje de giro. La masa de ese cuerpo se ha integrado en parte a nuestro núcleo y en parte ha formado la Luna. Por increíble que parezca, sin este cataclismo la vida no existiría en superficie; nuestra masa planetaria sería menor y por tanto insuficiente para retener por campo gravitatorio a la atmósfera. La densidad y composición de la actual atmósfera terrestre permite la expansión de su biosfera, pero la mayor cantidad de organismos vivos terrestres habita o ha habitado en los intersticios de las capas de la corteza terrestre e incluso en placas de litosfera en subducción (ver Andrew Knoll: La vida en un joven planeta). 



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